martes, 29 de diciembre de 2009

CARLOS VIDALES. POEMAS. Diciembre 2009, 2010 ... .

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Portal-blog complementario a NTC ... Nos Topamos Con ...
http://ntcblog.blogspot.com/ , ntcgra@gmail.com Cali, Colombia.
Y a los relacionados en:
http://ntcblog.blogspot.com/2009_10_11_archive.html

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Fui dejando mis huellas y mis lágrimas
tendidas, como harapos, a lo largo del camino;
fue mi única forma de mantenerme entero
mi modo de crecer
mi último recurso de condenado a muerte.

Carlos Vidales
Estocolmo, 2000

Tomado de: http://losimportunos.wordpress.com/2010/01/12/exilio/

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Geometría y piel de gallina
http://losimportunos.wordpress.com/2010/01/11/geometria-y-piel-de-gallina/
Carlos Vidales. Estocolmo, 2010-01-11
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Décima de Buen Amor

El Arcipreste de Hita
disfrutaba con humor
el goce del buen amor
en cama grande o chiquita;
así el poeta acredita
la inspiración verdadera
cuya pródiga cantera
es camastro estremecido
por el delirio encendido
de una yunta placentera.

Carlos Vidales
Estocolmo, 2010-01-09
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Nota bene: Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, nació probablemente hacia 1283 y escribió su obra durante la primera mitad del siglo XIV. Murió hacia 1350. Encarcelado por el Arzobispo de Toledo, don Gil de Albornoz, a causa de la controversia sobre el celibato eclesiástico obligatorio que entonces se intentaba imponer, escribió en la prisión el “Libro de Buen Amor”, en cuyas páginas se defiende el derecho de los clérigos a la convivencia amorosa “con hembra placentera”. Su doctrina humanista sobre la función saludable del amor y del acto sexual procede sin duda del “Manual de Salud” (Tacuinum Sanitatis), manuscrito ilustrado del siglo XI, escrito por el médico árabe Ibn Butlan de Bagdad (Abulkassem de Baldac). Diversas copias de este manuscrito circularon profusamente entre la gente letrada de Europa durante varios siglos, hasta que a mediados del siglo XVI se hicieron sus primeras publicaciones en imprenta. En el Tacuinum Sanitatis consta la necesidad saludable de realizar el coito con alguna regularidad y, además de los consejos de salud y precaución pertinentes, se acompaña el texto con la ilustración correspondiente, a todo color, según la figura anexa que he reproducido de mi biblioteca (Tacuinum Sanitatis, copia de Paris, folio 100v). Si alguno de mis lectores se siente escandalizado por mi décima, le ruego que se traslade mentalmente a la Edad Media para que pueda ver las cosas con la tolerancia de los clérigos de aquella época tan sabrosa. Vale.
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NoTiCa de NTC ...: Ver: http://www.godecookery.com/tacuin/tacuin09.htm de http://www.godecookery.com/tacuin/tacuin.htm , Here begins the book of the Tacuinum. Otros enlaces: http://www.moleiro.com/base.php?p=TAS/es y Resultados de imágenes de Tacuinum Sanitatis

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El prudente Nostradamus
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Hablaba como profeta:
los poderes condenaba
y sus lacras denunciaba
mediante clave secreta;
así el prudente poeta
si quiere llegar a viejo,
ha de seguir su consejo
dando noticias del día
en forma de profecía
para salvar el pellejo.

Carlos Vidales
Estocolmo, 2010-01-08

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La educación del clavel

Anoche tuve un sueño premonitorio.
Para que ustedes lo sepan:
mis sueños se cumplen invariablemente
con pasmosa exactitud.

Soñé lo siguiente:
el hermano clavel entra a las casas de las gentes,
arranca a los niños del seno de sus familias
y de los brazos de sus madres,
compone con ellos unos ramilletes primorosos
y los ofrece, en señal de amor, a su amada rosa.

Muy romántico, dirán ustedes.
Yo digo que es cruel.

Horrendo.
Infame.
Criminal.

Debemos tomar medidas
para impedir que el sueño monstruoso se haga realidad.

Por fortuna
nosotros los humanos
somos seres inteligentes, bondadosos
y, sobre todo, pedagógicos.

Eso sí.

Podemos, pues, educar al hermano clavel
para que entienda
la sagrada obligación de respetar
las vidas infantiles
de todas las especies.

¡Ah! ¡Qué bello sería el mundo
si todos los claveles fueran
tan buenos e inocentes como nosotros!
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Carlos Vidales
Estocolmo, 2010-01-06

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Oración de Año Nuevo


Señor,
te suplicamos
no cambies el año con tanta frecuencia.

Eso de volverse más viejo
mientras el mundo sigue en lo de siempre
vuelve loco a cualquiera.

Cambia el mundo, Señor,
no cambies el año.

Ya deberías saberlo
después de tantos siglos de experiencia:
cambiar el año no es cambiar las cosas.

Por ejemplo, Señor,
te suplicamos
que cambies las estatuas de los asesinos
por monumentos en memoria de las víctimas.

Y si te queda tiempo, Señor,
si no es mucha molestia
te rogamos:
convierte a las naciones invasoras
en naciones amigas
y a las naciones invadidas
en naciones libres y amigas.

Haz a la justicia
más veloz que la tortuga,
dale un cerebro al señor procurador,
haz de los presidentes narcotraficantes
expresidentes exnarcotraficantes,
haz que los masacradores
comprendan la enormidad de sus masacres
y ayúdanos a organizar este planeta
con todos y para el bien de todos.

Pero, por lo que más quieras, Señor,
no nos cambies el año cada año.

Amén.
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Carlos Vidales
Estocolmo, 2010-01-05


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Invenciones y sueños

Si Calderón escribía
cuando entre sueños estaba,
y para vivir soñaba
y al despertar se moría,
así con su fantasía
anda el poeta fecundo
repartiendo por el mundo
fabulosas ilusiones,
y es manantial de invenciones
su verso sabio y profundo.

Carlos Vidales
Estocolmo, Enero 5, 2010


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Agua

El agua flota,
sostiene Nicanor Parra.
Yo digo lo contrario
y tengo mis razones razonables:
he bajado hasta el fondo del océano
y allí he encontrado agua y más agua
completamente hundida,
perfectamente ahogada
quieta y silenciosa
en las tinieblas de la muerte.

El agua se hunde, señores.
El agua quiere aprender a nadar
desde hace millones de años,
agita sus brazos, pide auxilio, chapotea
inventa tempestades
se aferra a los navíos, los destroza,
pero nosotros somos seres distraidos,
indiferentes a la tragedia ajena
y ni siquiera en el horror del último naufragio
comprendemos el drama eterno del agua,
esta madre nuestra que se ahoga mil veces cada instante.

Carlos Vidales

Estocolmo, 2009-12-25

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Señora hermana Muerte

La señora hermana Muerte
llora por los rincones
desolada.
La han dejado sin trabajo.
Si va a cumplir su cita con un cliente
le dicen: llegó tarde, señora,
a éste ya lo mataron.
Lejos están aquellos días inocentes
cuando la señora hermana Muerte
y nadie más
estaba autorizada a segar vidas.
Todos matan
por mayor y al menudeo
y a nadie le importa el libro de citas
de la señora hermana Muerte.

Nadie se libra, ni los enfermos.
Los virus y microbios
han firmado contrato con las grandes empresas
para matar a unos pocos
y vender falsas vacunas a millones:
“No es personal, amigo, son negocios”.

Señora hermana Muerte,
yo te prometo
luchar por tus derechos naturales
así tenga que morir en el empeño.

Carlos Vidales
Estocolmo, 2009-12-28
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Microbios del mundo, uníos


(Por medio de los microscopios
los microbios
observan a los sabios.
Luis Vidales, 1926)


Los microbios
de todas las pestes
hicieron su congreso
y concluyeron:
estamos en peligro de extinción.

Alarma.
Alarma.
Alarma.

Si la estupidez humana persiste,
perecerá la especie humana
y con ella, nosotros,
sus más asiduos y fieles habitantes.
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Carlos Vidales, carlos@bredband.net

Estocolmo, 29 de diciembre de 2009

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El Señor de la Paz

El Señor de la Paz dice su verbo:
es justo hacer la guerra
cuando la guerra es justa.
Todas nuestras guerras son justas.
Hacemos la guerra
para imponer nuestro sistema
y eso es muy justo.

Nunca hemos defendido
las ideas de otros:
somos justos.

Algunos de mis soldados morirán
y todos matarán.
Tal es el precio de la guerra justa,
única garantía de la Paz.

Así habla
el Señor de la Paz con Dinamita.

Loado sea su nombre.

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Carlos Vidales
Estocolmo (muy cerca de Oslo)
29 de Diciembre de 2009
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Señor hermano Burro

Señor hermano Burro,
la elocuencia
de tu rebuzno magistral
me deja lelo.

La sensatez de tu berrrido
es admirable:
¿qué otro instrumento
si no tu espléndida trompeta
podría dar razón del estado del mundo,
la paz, la justicia,
la suerte de los niños y las madres,
la bolsa de valores, el empleo,
los discursos presidenciales,
y la tos persistente del aire
al borde de la asfixia
entre bombardeos y chimeneas?

Señor hermano Burro,
préstame tu voz y tu razón
para poner a los señores estadistas en su sitio,
cubrirlos de vergüenza
purificadora
y, de vez en cuando,
lamentar la ausencia de mi amada.
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Carlos Vidales
Estocolmo, 2009-12-30

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SEÑOR HERMANO HERÁCLITO


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Señor hermano Heráclito,
he intentado verificar tu postulado:
no es posible, afirmas,
bañarse dos veces en el mismo río.

He hablado con el río,
he oído su rumorosa, fugitiva voz.

He aquí su mensaje:
no es posible
bañar dos veces al mismo filósofo.

El hermano Heráclito, es verdad,
no se bañaba con frecuencia:
una vez al mes, cuentan las olas
chismosas del mar.

¿Cómo podría yo reconocerlo,
si ahora mismo ya no soy sino agua ida?

¿Y a quién le importa,
si cada uno es ya un exilio de sí mismo?

Señor hermano Heráclito,
tu voz cambiante, eternamente nueva
se quedó congelada en la escritura
para poner en movimiento
huracanes de ideas adentro de mi cráneo.

Es de volverse loco.

Y en este mismo instante
llega a los telescopios
el resplandor de un choque de galaxias
ocurrido hace diez millones de años
y los astrónomos anuncian:
¡Dos galaxias acaban de chocar!

Señor hermano Heráclito
llévame al reino de tu fuego eterno,
dame la paz del Universo en movimiento
sin descanso
sin comienzo, sin fin, sin límtes, sin muerte.
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Carlos Vidales
Estocolmo, 2009-12-30. 15:03
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También publicado en:
http://losimportunos.wordpress.com/2009/12/30/senor-hermano-heraclito/


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Actualizó: NTC … / gra . Dic. 29, 2009, 8:24 AM // 8:25 PM // Enero 5, 2009. 5:32 AM /// Enero 8, 2010. 3:00 AM

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Sugerimos ver los comentarios: Interesante diálogo entre poetas: RODRIGO ESCOBAR HOLGUÍN (Cali) y CARLOS VIDALES (Estocolmo)

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sábado, 19 de diciembre de 2009

Fernando Denis. "La geometría del agua".

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Y a los relacionados en:
http://ntcblog.blogspot.com/2009_10_11_archive.html
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se publicará y lanzará en India.
Fernando Denis, viajará a presentarla.
El Espectador .com , 2 Dic 2010 - 10:00 pm ,
Por: Angélica Gallón Salazar

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Fernando Denis

"La geometría del agua"
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Editorial: Norma . Fecha de publicación: 11/10/2009. Formato: 13.7 X 22 No páginas: 208

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Fuente: http://picasaweb.google.com/ntcgra/FernandoDenisPoeta# Album NTC ... sobre el poeta. Allí otras fotografías e imágenes.


Fernando Denis . Geometría del agua . Poesía. Editado por Norma.
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EN ARCADIA
Revista ARCADIA No. 51. Dic. 15, 2009 a En. 22, 2010. Pag.
(Click sobre las imágenes para ampliarlas y hacerlas legibles. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)

Fernando Denis . Geometría del agua . Norma

LIBRO DEL AÑO EN POESÍA
LISTA ARCADIA 2009, LIBROS
Revista ARCADIA No. 51. Dic. 15, 2009 a En. 22, 2010. Pag. 4. (Imagen arriba.) Escaneó NTC ...
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El cuarto libro de poesía del hasta hace poco empedernido bohemio Fernando Denis debería ser un suceso literario en un país que lleva más de un siglo jactándose de ser tierra de poetas. Pero si bien La geometría del agua gozó de un lanzamiento* digno (unos ochenta asistentes permanecieron absortos durante el recital a cargo del autor) y ha contado con la generosa venia de Juan Gustavo Cobo Borda, Jotamario Arbeláez y Enrique Serrano -quien en el prólogo lo califica como un libro "excepcional" y "extraño"-, sabemos que es difícil que venda muchos ejemplares.

Con un verso sin corsés, con la musicalidad antigua que envuelve sus poemas y con la pintura prerrafaelita que los inspira y los tiñe de colores del trópico y de hermosas fulguraciones de otros tiempos y lugares, Geometría del agua es una obra que resistirá la prueba de fuego de la posteridad. Los más de cien poemas de este libro ("fruto de una esquizofrenia feliz", como escribió Cobo Borda en la contra­portada) tienen el don del embrujo. Parte de su singularidad radica en el uso, por fortuna descabellado, de metáforas en absoluto ligeras o facilistas. Y para la muestra de la belleza contenida en sus versos, este poema breve y contundente titulado Circe: "Había llamas hermosas brotando de los labios: eran canciones". Con este libro corremos el riesgo de sentirnos frente a una creación milagrosa, de esas que sólo se dan pocas, poquísimas veces en la poesía.
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* Lanzamiento. Tarjeta.
(Click sobre las imágenes para ampliarlas y hacerlas legibles. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí)
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FERNANDO DENIS
Por William Ospina
El Espectador Diciembre 20*, 2009, pág. 42 (Escaneo - dic. 19, 2009- y enlaces NTC ... )
* http://www.elespectador.com/columna178248-fernando-denis

TIENE 40 AÑOS PERO SIGUE SIENDO lo que son todos los poetas: un niño que juega con las palabras, que inventa sonoridades desconocidas, rebeliones contra el hábito, incandescencias inesperadas con el apacible metal del lenguaje.
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"Acerca tu cuerpo, claro como un fruto bajo la lluvia, / y deja que tus labios se vuelvan de oro, / ostenta este sol que hiere los párpados del otoño, / besa esta eternidad que bebe con sus labios / todas las orillas del mundo. / No dejes que vuelvan a apagarse las antorchas, / que siempre haya un ciervo encendido en los espejos, / una pupila radiante del color de los pájaros / en las islas de Homero. / Ya casi es de noche en los rostros amargos de las estatuas / y bajo las pasiones mortales tu nombre arde / y se cierne sobre el mar como el musgo sobre la roca / y salpica el ceniciento corazón de la primera estrella."
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Ya muchos han hablado de su vida en las calles, quince años de Temporada en el lnfierno, pero Denis insiste en recordamos que en esos años de noches crueles, donde el lecho era piedras y el techo era estrellas él también se divirtió conociendo la gran ciudad, y sobre todo leyó día tras día, en la Biblioteca Luis Ángel Arango, la literatura universal, sus muchos poetas favoritos.

Lleno de referencias eruditas, conocedor apasionado de Rossetti y de Swinburne, de Dickens y de Andersen, de Coleridge y de William Morris, ha reconocido en ellos su pasión por las atmósferas góticas, por los claroscuros siniestros, por los frescos oníricos que mezclan la heráldica de las mitologías con el capricho de los sueños.

Recuerdo que el poeta Gerardo Rivera, quien hace años recorría Europa a pie, como Rimbaud, y se desplomaba de cansancio en los prados de los parques, abrió los ojos una noche en una ciudad española, y vio sobre él, perfilada contra el cielo estrellado, la estatua de piedra de un rey antiguo. ¿”Quién eres?"­ le dijo el rey, amenazante, con una voz de piedra. "Señor, no soy más que un mendigo", -respondió el poeta, ''vine cansado de Italia y me tendí a dormir en estos prados hasta que tu voz vino a despertarme".

Hay quienes se asombran de que el contacto desamparado con las calles produzca en un alma inspirada tan alta poesía Pero yo creo más en la poesía de la intemperie que en la de los salones tibios y forrados de libros o de lienzos donde los demás intentábamos en vano escribir, mientras Denis garrapateaba su escritura sagrada en papeles casuales que después iba borrando la lluvia, en hojas que cubrí a veces la sangre tibia, en cuadernos dejaba olvidados en las bancas de los parques.

Mucho tiempo la vida fue avara con él, pero la poesía llenaba de brillo su lenguaje. Ahora a los críticos les tocará descubrir cuál es el misterio de esas ciénagas en cuyas orillas nacieron García Márquez y Fernando Denis, qué cantan las sirenas de la Mojana, cómo convergen sobre seres de origen humilde los mitos y las músicas.

En una de sus páginas de Vivir para contarla, García Márquez recuerda aquel día en que cruzaron con su madre frente a la Estación de Ciénaga, y cómo Luisa Santiaga Márquez le señaló la plaza y le dijo: ''Mira: ahí fue donde se acabó el mundo". Cuarenta años después de aquella historia de las bananeras, en ese mismo lugar de postrimerías nació Fernando Denis, un año después de que apareciera en Buenos Aires la primera edición de Cien años de soledad. Paisano del demiurgo, Denis representa ya definitivamente a otra generación. Ha bebido a grandes sorbos la libertad y la universalidad que trajeron a nuestra lengua Darío, Alfonso Reyes, Rulfo, Neruda, Borges y García Márquez.

Denis les debe poco a sus contemporáneos y mucho a Borges, a Aurelio Arturo, a Antonio Colinas, y sobre todo a sus ingleses. A los oros de William Túrner, a las estrellas de Van Gogh, a las penumbras grandes de Piranesi, y hasta a las doncellas de John William Waterhouse o a los tapices de centauros de Morris. Hay en sus versos destellos de Chesterton, al que pocos saben apreciar como poeta, cadencias de Rossetti, y urdimbres de T. S. Eliot, pero lo que mueve su estilo es un ritmo poderoso y una desconcertante libertad.

Como en Browning, como en Apollinaire, como en Ezra Pound, en sus poemas uno nunca puede adivinar lo que sigue, porque la voz que dicta trae palabras e imágenes de todos los confines de la lengua, y los dispone en los versos con gran sabiduría melódica. Nunca sabemos del todo lo que significan, pero leerlos es visitar un mundo distinto, donde todo obedece a otras lógicas. Yo diría que leerlo es verdaderamente soñar, con todo lo que de extrañeza, fantasía y capricho tienen los sueños, pero también con toda su capacidad de condensación y pensamiento.

Editorial Norma acaba de publicar La Geometría del agua de Fernando Denis . Ha puesto así al alcance de todos los lectores de lengua castellana una de las obras poéticas más notables de nuestro tiempo. Todo el que ame las magias del lenguaje se deleitará con estos poemas, que Juan Gustavo Cobo ha descrito bellamente como "la generosa casa del lenguaje que Denis ha edificado para todos nosotros".

En este planeta siempre a punto de colapsar y de renacer, Colombia es uno de los países donde está más viva la poesía. Y Denis es uno de los más altos poetas de la Colombia contemporánea.
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Otro texto de William Ospina sobre el poeta y su obra, ver: Fernando Denis. Textos sobre él y su obra. , http://ntcpoesia.blogspot.com/2009_12_16_archive.html . Allí, además, un texto de José Ramón Ripoll
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REGISTROS DE NTC ... sobre el Poeta y su obra:
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*** WILLIAM BLAKE. Canciones de inocencia y de experiencia. (Songs of Innocence and of Experience). Que muestran los dos estados contrarios del alma humana. Edición bilingüe . Introducción y traducción de Nicolás Suescún . Prólogo de Fernando Denis . UNIEDlCIONES www.cronicon.net/uniediciones/index.html Zenócrate • Libros de Poesía
http://ntcblog.blogspot.com/2007_07_22_archive.html
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*** ALBUM DE FOTOGRAFÍAS E IMAGENES:
http://picasaweb.google.com/ntcgra/FernandoDenisPoeta# Allí una a una o en diapositivas.
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Textos completos más adelante.
*** Fernando Denis . Geometría del agua . Poemas. Editado por Norma.
Textos (columnas):
*** Denis . Gracias, Denis, por allegarme el poema perfecto ... Por Jotamario Arbeláez EL TIEMPO, Dic. 1, 2009 .
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/jotamarioarbelez/denis_6716467-1
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*** Lisandro Duque Naranjo, El poeta Fernando Denis , EL ESPECTADOR, Dic. 6, 2009. http://www.elespectador.com/columna175914-el-poeta-fernando-denis
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ENLACES:
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Denis .
Gracias, Denis, por allegarme el poema perfecto ...
Por Jotamario Arbeláez
eltiempo.com / opinión / columnistas EL TIEMPO, Dic. 1, 2009 .Denis
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/jotamarioarbelez/denis_6716467-1
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Unos nacen para encontrar en la vida una olla llena de oro, otros una verdad incontrovertible, otros unas piernas inalienables. Mi papá me inculcó, si no hacer, por lo menos encontrar el poema perfecto, así no llevara un peso para la casa. Una vez que lo hallara, bien podría cerrar los ojos. Él lo había buscado a través de la sastrería, que era el complemento de la obra de Dios, porque el hombre no tenía presentación empeloto. Se sentía feliz al hacer un hombre con pantalones a la medida. En esa búsqueda inculcada me he empeñado por medio siglo, y hasta ahora había plantado mi encuentro en Lubicz Milosz, quien me ha sacado las lágrimas que no pudieron tantas veleidosas amantes ni empañado tantas gafas de marca. Y ha sido la poesía, esa elección del fracaso, como la llamaba Sartre, la que me ha mimado las cuentas bancarias, me ha hecho pacifista así cargue una navaja con la efigie de Gandhi, me puso a marchar con los más borrascosos poetas que integraron mi movimiento y la que me ha propiciado un ciempiés de piernas de las cuales solo me queda una por coronar. Ella sabe.

Tal como el maestro Fernando González exclamó, cuando leyó el poema de Amílcar Osorio, Plegaria nuclear de un cocacolo, que al fin había llegado la poesía a Colombia, a su intimidad, igual puedo en este momento exclamar al abrir el tomo editado por Norma de Geometría del agua, de Fernando Denis, a quien hasta el momento tantos empingorotados intelectuales habían considerado poco menos que un arrastrado.

Me he pasado la vida leyendo a los grandes poetas del mundo. Entre ellos se me acaba de colar Denis, un personaje que hace poco se levantó de un cambuche de menesteroso, donde se mantuvo por su propia voluntad apoyado en una botella, y quien ahora resulta un sultán del poema. Un caso similar no lo veía desde las leyendas de La cenicienta y El patito feo.

Hace unos 18 años entré a tomar un café en la Alianza Francesa y allí me lo encontré más borracho que Francois Villon y casi con la soga al cuello. Era una pichurria poética, más presencia podía tener el fantasma de Canterville. Me extendió una carpeta con sus escritos y dudé de que pudieran ser suyos. Después aparecería La criatura invisible en los crepúsculos de William Turner. ¡Zambomba! Ese libro debió haber creado una conmoción inmediata. No fue así, pero se fue convirtiendo en un objeto de culto, mientras el autor, por intenso, como dicen ahora, seguía generando el rechazo.

La poesía de Denis no tiene antecedente en nuestra lírica, tan tendente a la española y cuando más a la franca. Se evidencia que proviene de la poesía prerrafaelista británica de mediados del XIX, tan hermanada con la pintura. Si así fuere, el fantasma de Dante Gabriel Rosetti debe de estar de plácemes, al darse cuenta de que en un país sin las condiciones higiénicas ni el ritmo reposado que su expresión demanda, surge un discípulo de su misma talla, por lo menos inspirativa. Se puede tratar de una reencarnación trastrocada del romántico místico y filipichín londinense, pues, si bien heredó el corte de sus versos, difícilmente se acomodaría a las medidas de sus principescos atuendos.

Dos monstruos poéticos nos ha brindado la Costa Caribe en los últimos lustros: Raúl Gómez Jattin, todo un ciclón acariciante, y Denis, que es más bien un céfiro arrasador. Este menudo poeta asumió durante casi veinte años la pose maldita del poeta en desgracia, desposeído hasta del mínimo mendrugo de sueño. Casi todos los colegas poetas le sacaban el jopo, no tanto para no pagarle el peaje por su existencia en las calles, sino para despojarse de tan aburridor colegaje. Menciono como excepciones hermosas a William Ospina, a Nicolás Suescún y al inmenso pintor Darío Ortiz, también cercano al prerrafaelismo.

Entro a la poesía de Denis con un pánico respetuoso. Me aterro de que alguien con la esmirriada figura de mi amigo pueda rezumar semejante alud de belleza. Pero pienso que si fuera alto, buen mozo, bien parado y metrosexual, escribiría como Danilo Santos. Todo el que lea completo el último libro de Denis va a verlo como un Adonis, así lo veo. Con el otro sucede todo lo contrario. Gracias, Denis, por allegarme el poema perfecto, por el cual mi padre me dijo que se justificaría mi existencia.
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En realidad la poesía maldita la puede escribir un ciudadano muy juicioso, de igual manera a como un poeta —caso de Denis— que haya vivido una bohemia extrema, por fortuna ya superada, no necesariamente está condenado a surtir su obra con vapores alcohólicos, ambientes espesos de comisaría y dormidas callejeras. La poesía de este afrocolombiano, en efecto, no tiene nada que ver con esas trampas que le tendió la vida a los 18 años, exactamente en 1986, cuando llegó a Bogotá con el proyecto de tomársela poéticamente, y sin ningún deseo, ni capacidad, de desempeñarse en tareas materiales.

Si los poemas de Denis no expresan el teso arrabal urbano no es porque lo eludan de manera vergonzante, sino porque el joven que lo vivió a tope ya se había construido un blindaje desde su adolescencia libresca bajo los techos hirvientes de su natal Ciénaga. La gracia de las bibliotecas de pueblo, sean domésticas o públicas, radica en que en sus estanterías son permanentes best-sellers de los autores clásicos.

Una prueba al azar de poesía no inspirada en antros: “No cabe en tu abrazo la vida entera, / pero todo el Mississippi y el Magdalena / desembocan en tus ojos. Por eso amo tus orillas”. En 1997 Denis había publicado La criatura invisible en los crepúsculos de William Turner, y por estar tan llevado del trago, muchos pusieron en duda su autoría. No fue preciso, sin embargo, esperar a que se apareciera con La geometría del agua (Editorial Norma), libro que lanzó el pasado 2 de diciembre, para que se le levantaran las sospechas, porque ya en los ratos en que no se iba de rones nos convencía a sus amigos de que estábamos frente a un hombre de saberes literarios, pictóricos y fílmicos excepcionales.

Como la poesía para mí es gozo, y analizarla me es esquivo, me limitaré a provocar a los lectores con este verso de Denis contenido en su Geometría del agua: “… ¿Cómo es posible que todos pasan junto a ti como si no te vieran / y yo me detengo a mirarte para siempre? /¿Qué cosa ocurre en los demás que a mí me falta para olvidarte?”.
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Sería un desperdicio, luego de colmar de elogios a este poeta, pasar de largo por su ego, que quienes lo admiramos somos felices alcahueteándoselo.
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Le pregunté hace poco cuál era su verdadero nombre y de dónde sacó ese seudónimo —Fernando Denis, que a quien lo escucha sin haberlo conocido le hace pensar que es extranjero—, y me dijo: Me llamo José Luis González Sanjuán. Me puse Fernando Denis porque hay muchos José Luises. Pero Fernandos también hay bastantes, le repliqué, a lo que me contestó: sí, pero muy pocos Denis.
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El poeta Jotamario y Claudia, su mujer, luego del recital de Denis, le hicieron en su casa un agasajo, al que me invitaron junto a otros amigos. Así abrió plaza el homenajeado: “Los presento entre ustedes: a mi derecha, mi fisioterapeuta, Jeannette Franco. A mi izquierda, mi médico y acupunturista, Omar Escobar. Al frente, mi traductor, Nicolás Suescún, al fondo, mi biógrafo, Jorge Pinzón. Sentados: Darío Ortiz , mi pintor, y Lisandro Duque, mi cineasta”.
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Como Jotamario le dijo que escribiría su columna de El Tiempo dedicada a su gloria, recibió una llamada suya en la que le preguntó cómo la titularía. Al responderle Jota que “Denis”, éste le dijo que por qué más bien no “El Homero del Caribe”.
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Su proyecto inmediato: hacer un recital, en el cementerio La Recoleta de Buenos Aires, en homenaje a doña Leonor, la madre de Jorge Luis Borges. Lo llevará allá el pintor Darío Ortiz . Lo único que hasta el momento pone en duda el viaje, es que el poeta Denis quiere quedarse seis meses en Buenos Aires, no se sabe todavía por cuenta de quién. Los argentinos se lo merecen.
lisandroduque@hotmail.com
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El milagro de Fernando Denis
Viéndolo bien. Por: Patricia Lara Salive
EL País, Cali, Diciembre 27 de 2009
http://www.elpais.com.co/historico/dic272009/OPN/opi5.html

No quiero cerrar este año con temas de violencia. Voy a hacerlo con el milagro de la poesía, con la magia con que ensarta las palabras este cienaguero, hijo de una madre de 13 años, analfabeta, a quien conoció a los 10 porque lo criaron una abuela, también analfabeta, y un padre con dos años de primaria apenas; Fernando Denis, levantado en una casa llena de primos, con patio y traspatio donde había gallinas, patos, cerdos, pavos, gatos, perros; refugiado desde su infancia en los libros que le mitigaban la soledad; Denis, quien empezó a escribir poesía a los 10 años y fue capaz, mientras en las tardes de su niñez corría por la playa, de detenerse a mirar los crepúsculos de la ciénaga para identificarlos después en la obra de Turner, pintor al que descubrió en un poema de Borges que lo llevó a buscar sus cuadros, de cuya contemplación surgió su bello libro de poesía, La Criatura Invisible en los Crepúsculos de William Turner (1997).

Pues bien, ese Fernando Denis, que de verdad se llama José Luis González, quien en su preadolescencia conoció a Shakespeare, a los clásicos y a los grandes poetas, gracias a la biblioteca que en Ciénaga tenía Rafael Caneva, un intelectual del Banco, Magdalena, que para educarle el oído lo puso a leer poesía en rima; Fernando, quien hace seis años resucitó del infierno del alcohol y dejó de caminar las calles en las noches y de refugiarse durante el día en las bibliotecas y en el café que le regalaban las bibliotecarias, acaba de publicar, con Editorial Norma, La Geometría del Agua, un libro que, como lo escribió William Ospina, uno de sus mejores amigos, es “una de las obras poéticas más notables de nuestro tiempo”.

Y ella comienza con uno de los poemas que Fernando Denis escribió en su temprana juventud: La dama de sal:

La flor del pez se oscurece.

En el reloj del agua duerme la cóncava luz que mueve sus agujas de hielo.

La espada se disuelve, su nombre convertido en una ola ya es también hierro enfadado bajo la luna de agua.

Y mientras el mar teje su museo, su colección de auroras y de noches, la dama de sal se yergue, ingrávida, y permanece inmóvil junto al abismo insondable con su leyenda:

Yo soy el mar. Y el agua va y viene con mis recuerdos.

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TEXTOS DEL AUTOR:
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El mito de un escritor excéntrico
Por: Fernando Denis , elavedenis@hotmail.com
El Espectador .com Opinión 7 Ene 2010 - 10:16 pm
http://www.elespectador.com/impreso/articuloimpreso180963-el-mito-de-un-escritor-excentrico#comment-1731871 Impreso Ene. 8, 2010. Pag. 22 Opinión
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J.D. SALINGER NACIÓ EN NUEVA York y hace una semana cumplió noventa y un años. Sigue siendo para todos los lectores de culto el escritor que más ha conmovido a los adolescentes de los Estados Unidos desde la publicación en 1951 de su novela El guardián entre el centeno.

La fama lo abrumó; se mudó al campo, ya adepto al budismo zen y se convirtió en un escritor excéntrico: no se deja ver, no da entrevistas, ni se deja tomar fotografías y cuando alguien se acerca a su casa lo saca corriendo con una escopeta. En una época intentaron prohibir El guardián entre el centeno, debido a que en 1980 al asesino de John Lennon, Mark David Chapman, le encontraron la novela y dijo que todos tenían que leerla; también la tenía John Hinckley Jr. cuando en 1981 atentó contra el presidente y mal actor Ronald Reagan para impresionar a la actriz Jodie Foster, que no daba importancia a las cartas y poemas que éste le enviaba. Y en 1989, Robert John Bardo, asesino de Rebecca Schaeffer, llevaba el libro el día que mató a la actriz. Podría creerse que es un libro escrito para niños problema o para inadaptados como su autor. Al contrario de lo que dice la prensa, parece que el asesino de la estrella de los Beatles no era admirador suyo, ni era hombre violento y además trabajaba para la Asociación Cristiana de Jóvenes. Ya casi cumple treinta años de estar encarcelado y se cree que nunca saldrá libre.

Considerada una de las mejores novelas del siglo XX, es la historia de Holden Caulfield, contada en primera persona desde un hospital adonde lo han llevado a recuperarse: un adolescente que después de ser reprobado de un internado en Pensilvania, decide fugarse y vagabundear por Nueva York. Tiene 16 años, es muy mal estudiante, odia el cine, pero tiene un hermano que hace guiones para Hollywood, se considera el mentiroso más grande del mundo, es virgen y no entiende nada del sexo, aunque lo atraen mucho las chicas; es supremamente sensible y tiene una hermanita de 10 años, Phoebe, uno de los personajes más tiernos de la literatura norteamericana, que hace años está escribiendo un libro que nunca termina sobre una niña detective llamada Hazel Watherfield.

Descubriendo a Forester, la película protagonizada por el primer James Bond, Sean Connery, y dirigida por Gus Van Sant, el mismo de Harvey Milk, está inspirada en Salinger.

Salinger también escribió Nueve cuentos, 1953; Franny y Zooey, 1961; Levantad, carpinteros, la viga maestra, y Seymour: una introducción, 1963; en estos libros conmueve mucho el estilo cadencioso, la descripción del ambiente y las costumbres de los personajes. El cuento “Un día perfecto para el pez banana” es el mágico ejemplo de un narrador impresionante, dueño de una técnica exacta y creador de un clima sobrecogedor desde la primera línea. Es probable que en este cuento estén los mejores diálogos telefónicos que puedan leerse. El guardián entre el centeno, cuyo título es inspirado en un poema de Robert Burns, el gran poeta escocés, es uno de los textos más conmovedores del mundo, una especie de educación sentimental plena de una exacerbada poesía que engrandece el espíritu humano. La historia de la literatura halló a un personaje que todos llevan adentro. El lector vislumbra la inmensa, terrible soledad de Holden Caulfield en su propia soledad y en la soledad del hombre moderno.
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Actualizó: NTC … / gra . Dic. 19, 2009, 9:53 PM /// Domingo, Enero 10, 2010. 8:48 AM /// Enero 11, 2010. 10:30 AM
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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Fernando Denis. Textos sobre él y su obra.

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Portal-blog complementario a NTC ... Nos Topamos Con ...
http://ntcblog.blogspot.com/ , ntcgra@gmail.com Cali, Colombia.
Y a los relacionados en:
http://ntcblog.blogspot.com/2009_10_11_archive.html

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Como complemento a esta publicación, ver: Fernando Denis. "La geometría del agua".

http://ntcpoesia.blogspot.com/2009_12_19_archive.html

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DENIS EN SU PAÍS DE MARAVILLAS
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William Ospina

La más evidente virtud de la poesía de Fernando Denis es la originalidad. Nadie entre nosotros enlaza las palabras con más libertad, y por eso cuando lo leemos la más frecuente reacción del lector es de asombro, de desconcierto.

Denis ha leído mucho, sobre todo la poesía inglesa. Conoce a William Morris y a Swinburne, a Dante Gabriel Rossetti y a Coleridge. Lo seducen esas flechas de centauro, el tenebroso jardín de Proserpina, el libro de poemas que estuvo cerrado siete años en la casa de la muerte, sobre la lenta disgregación del pecho de una muchacha, no sé si adorable, pero adorada, el palacio inmortal que erigieron las palabras una tarde después de la siesta.

Denis ha recibido todo ese caudal, lo ha asimilado, se ha mecido en sus olas, y ha recibido de sus poetas y de sus dioses el don de un lenguaje espléndido, de una imaginación irresponsable, de una sensibilidad que la música hiere, y hiere hondo. Hace ya tantos años lo conozco: siempre el mismo. Con plantillas de viento como Rimbaud, el desesperado, vagando de un lado a otro, soñando su casa imposible. Como dice Barba Jacob:

Errar, errar, errar a solas,
La luz de Saturno en mi sien,
Roto mástil sobre las olas
En vaivén.

La errancia de Denis no es un mero capricho de su destino. Es un signo, el signo doloroso de que este poeta, como muchos, sólo tiene su morada en las palabras. En ellas ha arraigado y sólo en ellas vive. Su Diosa es a la vez avara y pródiga, es dulce y es cruel. Le da toda la música pero parece prohibirle incluso que se detenga a saborearla. Por eso la miel de sus versos brota de él y se pierde, como si se la robaran abejas malignas.

Esta semana le dije: «Denis: escucha este poema:
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Nadie sabe cómo esta palabra que te traigo
Podrá romper todas las piedras; nadie.
Hay dientes en las rosas que muerden la lluvia,
Que muerden el barro, y nace el musgo entre esos dientes
Bajo los filosos hilos de plata que custodian las nubes.


¿Conoces esos versos? Le dije después. ¿Hiciste tú esos versos?» Me contestó: «Deben ser míos, porque yo escribo así. No los recuerdo, pero es que a veces escribo desvelado o ebrio».

Hay poetas que viven apegados a las tres metáforas que han ensamblado. Denis no recordaba que esos versos eran suyos, porque muy a menudo le toca olvidar el oro que brota de sus manos. Y yo sé que son suyos porque tengo la página manuscrita, con sus tachaduras, con un dibujo encima, una criatura o torre flotando en las nubes, uno de esos dibujos abigarrados y a veces poderosos que le gusta rayonear en las páginas de sus cuadernos.
Y cuando escucha los poemas y los reconoce, sé que lo conmueve que sus dioses le hayan dado toda esa belleza. Voy a contar otra anécdota. Un día lo encontré en la calle y le dije: «Quiero mostrarte un poema, Denis». Era un poema breve:

Había llamas hermosas brotando de los labios.
Eran canciones.

Me dijo que le parecía hermoso, y me preguntó cuándo yo lo había escrito. «No es mío, le dije, es tuyo». Unas noches atrás me había llamado por teléfono y me habló de mil cosas. De repente, mientras contaba historias de una muchacha, de una de las blancas Zenócrates de las que vive enamorado, pronunció esas palabras. Yo las copié al vuelo mientras él seguía hablando, porque sentí que eran un poema. Después, él mismo no recordaba que las había dicho.

Borges declaró que en este mundo la belleza abunda tanto, que a veces es posible encontrarla hasta en los versos de los poetas. La verdad es que a pocos poetas les es concedido el don de embrujar las palabras casi sin proponérselo. Denis es uno de esos poetas. Cuando leo sus versos, no sólo los libros de poemas que ha publicado, sino los azarosos papeles que rellena y pierde sin fin, y que a veces tienen la fortuna de caer en manos amigas, de Gilberto Arturo, de Fernando Duque, que los conservan, los transcriben fielmente, y se los devuelven listos para volar de mano en mano, siempre siento que pocos poetas en nuestra lengua tienen esa virtud mágica y terrible.

¿A quién más le será permitido decir:
Hay dientes en las rosas que muerden la lluvia?
¿O
El camino es la rueda del otoño atascada entre las nueces? ¿Quién más se atreve a llamar a la lluvia
Los filosos hilos de plata que custodian las nubes?

Cuando el mundo lo desampara, la poesía lo salva. Sé que a menudo las noches de Denis son crueles. Nadie ha tenido más razón que él para escribir este verso poderoso, que ilustra el paso de la magia a la adversidad, de la pesadilla al día:

Sólo la metáfora me da valor para volver al mundo.

Hay poemas en los que Denis se atreve a decir las cosas más soberbias, pero es tan poderosa su música y tan definitvo su hechizo, que no podemos contrariarlas:

Ya sé que nunca moriré,
Cuando el sonido acabe en tu jardín infinito,
Porque tú eres lo bello y yo soy la memoria.

Kafka escribió memorablemente «Estamos construyendo el Pozo de Babel». Denis, en un poema a Dante, ha sido capaz de hablar de «el cielo subterráneo». Lo que nos dice, a menudo nos parece fantástico, pero un instante después descubrimos que es la realidad más visible. Uno de sus poemas a Zenócrate, porque la poesía de Denis tiene sus tercas obsesiones, y Tamerlán, y Zenócrate, y William Turner, vuelven siempre a ella, comienza con una pregunta que parece delirante y que enseguida se nos revela como la imagen misma de nuestra noche cotidiana:
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¿Es que aquí no hay más que estrellas?

Ahora bien, Denis suele escribir los poemas más misteriosos. Oigamos este que se llama:

JUANA, RECOGEDORA DE CARACOLES NEGROS

Cuando detrás del caro cortinaje que corrige la luz del sol
Y la de sus ojos, se riega la noche,
Ella sabe dónde queda la fuente de grandes caballeros
De mármol, y en la hierba del claustro
Empieza a recoger los caracoles.
Son los caracoles negros de la isla de K.
En su canasto de luminosas antenas, aún respira el olor
Del invierno, o el olor de una lluvia que trepida
Cuando es verano.
Y recorre los cuatro corredores de cuatrocientos años
Que a su edad tan breve conoce de memoria,
Ignorando el falso mapa, el falso arquitecto,
El falso dios que la espera en el umbral rocoso,
Sin puertas, de la mansión donde habita.
La noche llamea y en sus columnas corren los sonidos;
En el segundo relámpago ella descubre la estatua de bronce,
La gran noche de brillo y asombro,
Y entre sus cabellos de falsas olas marinas
Deja caer los caracoles negros que se pierden, pero sus
Reflejos quedan como un destello único
Ante el que despierta de súbito, y el recuerdo
Sólo es una luz.
Ella está de rodillas.
Se levanta.
Y regresa.
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Ahora oigamos este otro poema.

EL RELOJERO EXTRAVIADO

Siempre va y viene esperando la hora, sube y baja
Los doce escalones de la escalera circular
Y luego bebe agua en la sala
En un jarrón antiguo que gotea doce veces cada
Veinticuatro horas.
Después de la última campanada de la iglesia de San Juan
Recibe en su jardín la lluvia
Para llenar el jarrón, y vuelve a la sala, a su taller,
Y entre arenales termina la clepsidra.

En esa imagen mítica del tiempo, sentimos desde el comienzo el vértigo de las repeticiones, el subir y el bajar de un personaje, y el mundo que habita ese ser es como un gran reloj: la escalera circular, los doce escalones. Después aparece la imagen del mundo como una gran clepsidra, donde el personaje, hombre o Dios, apura una cíclica gota que renueva con el caudal de la lluvia. La lluvia en el jardín, el jarrón en la sala, son los extremos de esta meditación sobre el tiempo, copioso en el ámbito de la naturaleza y siempre mesurado en el ámbito de la cultura. También hay un misterio en la inutilidad del oficio de contar el tiempo incesante. Para decirlo de otro modo: alguien llena su tiempo midiendo en vano el tiempo, convirtiendo la lluvia copiosa, la lluvia generosa de la naturaleza, en el avaro gotear de la clepsidra, yendo sin fin del jardín a la sala, de la lluvia al taller, convirtiendo la humedad en resequedad (entre arenales termina la clepsidra). Y es verdad que una de las labores más absurdas del ser humano es esta de confundir el agua con la arena, reduciéndolas ambas a instrumentos dóciles para medir lo inconmensurable. Entonces sentimos que el relojero extraviado somos nosotros mismos, siempre tratando de abarcar lo inabarcable, de confinar lo ilímite, de convertir en silencio de arenas el canto pródigo de la lluvia, y acaso sólo confiados en que este incesante agitarse yendo y viniendo, subiendo y bajando, aprisionados por el tiempo doméstico de los relojes, nos justifique siquiera bajo la especie de una danza.

Como todo gran poeta, Fernando Denis es también un pensador. Un curioso pensador que piensa con imágenes, con cadencias, con ritmos, que maravillado en su lenguaje de colores y de resonancias, más libre que nadie en el desamparo de la vida, encuentra los enlaces desconocidos que abren con las palabras puertas en el vacío del mundo, puertas que dejan entrar la maravilla en el mundo gris de los otros. Allí donde los otros miramos los relojes, Denis dice para siempre

Vertiginoso rema el tiempo entre mármoles.

En otro poema Denis declara:

Abajo las otras piedras, las piedras
De la mente
Trazan un juego de círculos y laberintos
En el mapa de la mano amorosa
Que levantó la arquitectura de los infiernos.

Nos parece incomprensible que diga que los infiernos fueron diseñados por una mano amorosa. Sin embargo, también Dante lo había dicho. En las puertas del infierno el poeta leyó estas palabras de color oscuro:

Mossi justicia il mio alto fattore
Fecemi la divina potestate
La summa sapienza e il primo amore.


(Movió la justicia a mi alto hacedor,
Me hicieron la divina potestad,
La suma sabiduría y el primer amor).

Ello basta para comprobar que Denis no es arbitrario, que sus versos reposan sobre un suelo firme de referencias literarias, a menudo ni siquiera advertidas por él, pero cosechadas por su memoria, que es considerable. Así, por ejemplo, asociando el mito de Midas, que todo lo cambiaba en oro, con la dulzura de San Juan de la Cruz que habla de alguien que todo lo hacía bello a su paso:

Y yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura.


Denis labra este verso:

Todo lo que tocas enferma de belleza.

Creo que podemos dedicarle, para concluir, ese verso suyo. Denis trasmite la enfermedad de la belleza. A veces puede pensar incluso que padece la maldición de la belleza. Nadie puede dudar de que está hechizado, de que sus palabras están hechizadas, y esa es la única condición para que surja esa cosa redentora y despiadada: la poesía. Esa divinidad que en sus versos nos dice:
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Ya que en el alba
Despreciada por los párpados de los que duermen
Está la belleza del mundo,
Inventé la metáfora.
Otra forma del sueño
Para los que dormidos no sueñan
Para los que despiertos no me ven.

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MONEDAS DE ORO

José Ramón Ripoll
Cádiz, 30 de diciembre de 2008

No sabía mucho de Fernando Denis hasta meses antes de escribir estas líneas. La comunicación entre España y América aún no goza de la suficiente fluidez como para mantener informadas a ambas orillas de lo que verdaderamente importa. Si existe un desinterés general por las cosas cotidianas, cómo no lo va a haber por la palabra poética. Sin embargo, creo que la poesía es la forma de conocimiento más esencial del ser humano y, entre otras razones, por eso acudo a ella con la asiduidad de un adicto. Con motivo de reunir un buen número de poetas contemporáneos para publicar una entrega especial de RevistAtlántica de poesía dedicada a Colombia y a José Celestino Mutis, me llegaron las primeras noticias de Fernando Denis. Casi todas las personas consultadas me dieron su nombre, bajo advertencia de encontrarme con una de las voces más originales y ricas de la actualidad colombiana. Nada más recibir el primer aviso busqué algunos de sus escritos y, al leerlos, tuve la sensación de estar ante un eco que venía muy de atrás, pero que, paradójicamente, se convertía en palabra germinativa y novedosa en el momento de su lectura. Cuando me puse en contacto con el autor, supe que se llamaba José –como yo-, José González, que un sutil filamento nos había mantenido unidos desde hacía tiempo sin que ambos lo supiéramos y que a través de ese conducto casi invisible habíamos participado de un mismo pulso poético.

Nadie sabe cómo esta palabra que te traigo
Podrá romper todas las piedras: nadie..

Esos fueron los dos primeros versos que leí de Denis y no dudé en tomarlos prestados para encabezar mi próximo poemario, Piedra rota. Yo no creo en las casualidades -sobre todo cuando estas se repiten y terminan por moldear tu vida-, tampoco en el destino como argumento escrito, pero sí en el cruce de unas energías que se entrecruzan como producto de experiencias sinestésicas. Todavía hoy no conozco personalmente al poeta, pero estoy seguro de que él estará de acuerdo con lo que digo y le habrá pasado por la cabeza algo muy parecido a lo que trato de apuntar. Al recibir sus poemas inéditos para la revista ratifiqué mis sospechas: parecía, pese al lenguaje y estilo que nos diferencian, que esas palabras engarzadas en su propio ritmo respondían a una música interna de la que yo participaba. En verdad, creo que la poesía es música, mucho más que literatura, y que la de Fernando Denis se caracteriza por su disposición sonora, sus timbres y sus modulaciones, que hacen vibrar el poema como si fuese una pieza de concierto, conducida por una sugerente melodía y sostenida en una sólida estructura armónica y formal. Por supuesto que, aunque no es poco, es mucho más que eso: sus significaciones verbales, el refulgir de sus metáforas y la extrañeza de sus imágenes lanzan señales que, de manera sorprendente, invitan a traspasar la realidad y viajar con los nombres a un mundo de sueños e imaginación, donde esa misma realidad es aprehendida, por un instante, en toda su magnitud. Esto suele ocurrir con los grandes poetas, dueños de su lenguaje o quizás traductores de una lengua que a veces oyen entre susurros y en los momentos más inesperados.
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William Ospina ha escrito sin ambages que “la más evidente virtud de la poesía de Fernando Denis es la originalidad.” Es cierto, pero yo añadiría su enorme capacidad de invención. Su voz pertenece a la estirpe de los poetas que inventan por encima de su marca o estilo. La sociedad postmoderna ha subrayado demasiado lo original como la divisa más importante del artista, pero hay que seguir creyendo que en el descubrimiento subjetivo de la verdad y, por tanto, en la inventiva de su territorio, se encuentras la causa primera de la expresión poética. Carlos Edmundo de Ory nos habla de la locura inventada para referirse a ciertos estados verbales que nada tienen que ver con la enajenación y mucho con la condición polisémica del lenguaje y la mirada. Desde que leí los primeros versos de Denis pensé en Ory como poeta perteneciente a su genealogía, aunque no se conozcan. Tanto en el español como en el colombiano hay un cierto rasgo de locura en el decir, una ráfaga inesperada que distorsiona aparentemente lo real para iluminarlo desde su cenit y un desdoblamiento preciso de la imagen para poder captar su verdadero centro.

“La poesía es un tren que viaja hacia la noche…”, nos confiesa el autor en las líneas introductorias de esta aventura mítica, desde el propio título de este libro: El mar arroja sus monedas de oro. Un tren que se adentra en la oscuridad ignorando su ruta y su destino, pero que encuentra su razón de existir en el ir y venir de sus viajeros, en el roce monótono de sus propios hierros sobre los raíles o en los nombres ambiguos que toman forma desde el humo que desprende su chimenea. Concretamente, este poemario es un viaje nocturno, aunque más sobre el mar que por la tierra, una larga travesía por el tiempo, “que es un mar incesante que perfora las piedras”, pero que al penetrarlo tenemos la sensación de pararlo y convertirlo de pronto en espacio infinito, donde podemos contemplar nuestra vida, todas las vidas a la vez, todos los momentos de la Historia en un solo plano sin conjugar sus verbos: ni pasado, ni presente, ni futuro, sino un lugar donde Helena, Isolda o Beatriz se funden en el amor de un mismo bardo, en la mirada del poeta a través de un prisma cristalino o en la escritura simultánea de sus propios nombres.

Hay un poema en el libro que puede pasar desapercibido por su brevedad y su temática, pero que creo importante porque actúa de bisagra y clave, un poco borgiano en su factura y quizás un tanto autobiográfico, como es “El relojero extraviado”. Es un hombre que sube y baja escaleras, bebe y llena su jarrón del agua de la lluvia y vuelve a su taller a terminar la clepsidra. Es una bella metáfora de la poesía, pero también de la vida. Todos tratamos de construir la máquina del tiempo repitiéndonos a nosotros mismos. Subimos, bajamos y bebemos hasta escuchar “la última campanada de la iglesia”, y entre esos mecanismos tratamos de comprender quiénes somos de veras. En este poema se articula y concentra toda la argumentación del poemario, por donde entran y salen personajes de todas las épocas, sugiriéndonos el tiempo con la voz del poeta como única forma de detenerlo y contemplarlo, desgranando así “la densidad del mundo, escondida en mi caracol de piedra”. El poeta lleva la casa a cuestas y se pasea por el tiempo sin ataduras ni obligaciones. No debe ni tiene que volver a ninguna parte, y desde su propia ventana ve pasar a Ofelia, Cleopatra o Salomé, les invita a entrar a sus estancias y, más que dialogar, vive con ellas, habla por ellas, hasta rescribir una nueva mitología que se abre camino entre sueños, oros y sombras. Hasta en el poema titulado “Bolivar”, la protagonista es Manuelita, la mujer que hizo al héroe o entendió mejor que él la libertad y el amor. No es casualidad que el poeta escoja personalidades femeninas para elaborar su discurso. A través de ellas, el mundo, e incluso el tiempo se hila con especial sensibilidad, no exenta, por otra parte, de fortaleza y decisión, y así pone en boca de Isolda estas palabras:

Wagner sabe que yo soy la música, el remedio cruel
Para alguien que ya no está en el mundo, y en el arde
Mi sangre nórdica cuando sus labios me llaman.
Por eso viene a visitarme, por eso me busca…

Isolda es la música de la misma manera que es el amor en su más grande dimensión y concepto, algo inalcanzable en su totalidad, pero modelo y recurso para quienes aspiran a tocarlo. Ella es remedio para los que no están, para su creador desaparecido, “para alguien que ya no está en el mundo”. Es como la palabra que salva y trasciende: al fin y al cabo, la poesía. Mas no deja de ser curioso que en toda esta aventura del espíritu, aparezcan imágenes y giros cotidianos, en un intento conseguido de intercambiar las realidades hasta el punto de unificarlas: Así, “ahora atraviesa el camino de la granja/ Y las berenjenas moradas le recuerdan las noches de Tubinga…” Creo, por tanto, que Fernando Denis es un poeta versátil, denso y total, en el sentido que mira al mundo y lo nombra sin remilgos, convirtiendo toda su experiencia en material poético, desde las altas cúspides de las montañas hasta el chapoteo de los charcos que pisan sus zapatos. Y eso se nota, no ya solo en la utilización y el amoldamiento de su lenguaje, sino en la ternura y fuerza a su vez de su dicción. No en vano dudó el autor en cambiar el título del libro por “Walkiria”, en otro ímpetu wagneriano y vigorosamente amoroso, queriendo robar el canto de la deidad femenina – posiblemente representada en el cuadro de Edward Robert Hughes, pues tengo entendido que Denis participa especialmente del gusto por los pintores prerrafelistas-, como escribe en el último poema, “Bajo los diamantes de tu cara”:

…..oh walquiria,
quien pudiera romper el cristal que te envuelve
para robar tu canto.
Yo estoy aquí para describir la sed del tacto
de esta tierra enamorada bajo tus pies…

Se trata, nada menos, que de una toma de conciencia del destino como escritor. Está aquí para describir el humus de la tierra por donde camina la amada, no en el sentido romántico del símbolo, sino en cuanto esa actitud pone de manifiesto el compromiso y la preocupación de un poeta moderno con la palabra, su oficio y el amor, que no son más que el desentrañamiento esencial de las formas y la lengua para señalar lo que hay detrás y más allá de ellas o, en este caso, más abajo.
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Leyendo a primera vista la poesía de Denis, el lector podría disentir de la idea de la esencialidad ante su torrente metafórico o la hojarasca casi selvática de sus palabras, producto, creo yo, de una alianza consustancial con la naturaleza de su entorno, pero también, en buena medida, fruto de su postura vital, de visión mente onírica del mundo y de un fantástico razonamiento. Sin embargo, todo este aparente barroquismo no es más que un necesario trasiego desde y hacia el corazón de las cosas para nombrarlas en su secreto más auténtico, y así desvelarlos o, al menos, hacernos partícipes de su desvelamiento interior.
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No sabría encuadrar a Fernando Denis dentro del panorama de la poesía colombiana, pues me faltan antecedentes y conocimiento para hablar de sus influencias, escuelas o pautas generacionales, pero de lo que sí estoy seguro es de que estamos ante un escritor deslumbrante, en cuanto sus versos están llenos de destellos que nos iluminan de repente como estrellas fugaces, resultado de quien observa atentamente el cielo y descifra sus constelaciones en la noche. Es un poeta que suena a sus poetas y, consciente de su tradición, deja orientar su música por cierta prosodia modernista, que supera y hace suya hasta reinventarla: “Aún siento el rumor de los versos que encendían las lámparas…” O en el mismo discurso de “Helena”: “El libro del fuego se abre como una candente ciudad en ruinas…” Lo hace y lo subraya en el poema dedicado a José Asunción Silva, donde pone en boca de su hermana Elvira las más bellas y sugerentes palabras de amor y amargura:

Aquí estaré hasta que amanezca, hasta que el luto cierre mis ojos.
No bastará el mar para ahogar esta soledad,
Ni estará la estrella en lo inmenso para guiarme hasta la puerta.
Beberé insaciable las horas de este día misterioso, su miel delicada
Hasta que brote un capullo en mi garganta de tanto hablarte,
De tanto suplicarle a la piedra.

Cuando uno se encuentra libros como este, verdaderamente hay que dar gracias al mar porque nos arroja sus monedas de oro. En este caso, sería deseable que el océano arrastrara en sus corrientes estos poemas y los esparciese por las playas de nuestra lengua, de todos los puertos y orillas de nuestro idioma en beneficio de la poesía y de la comunicación entre los hombres.
Cádiz, 30 de diciembre de 2008
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LA POESIA DE FERNANDO DENIS

Por Cristina Maya ( 1 )
El Nuevo Siglo, Enero 10, 2010.
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¡Oh! hermano del fuego, oh Turner, tú que sueñas bajo la tormenta , deja que tu espíritu haga brotar llamas en nuestras palabras.” Fernando Denis
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Estamos en la Tate Gallery de Londres frente a una de las más espléndidas pinturas de Turner titulada: “El barco de guerra Téméraire es transportado a su último ancladero para ser desmantelado” *. El horizonte profusamente iluminado sobre el mar es el protagonista que invade todo el cuadro casi de manera agresiva con sus tonos bermellones, amarillos y azules. Podríamos decir que la intención del pintor es atraer la mirada del espectador e impresionar su pupila con ese resplandor que lo enceguece.
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A Turner no le interesó nunca ser bien interpretado y frente a su obra maciza, impresionista y a veces incomprensible respondió: “No lo pinté para que fuera entendido, sino porque quería mostrar cómo luce semejante espectáculo”.
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Si la obra de otros pintores nos lleva al mundo de la sosegada y misteriosa perfección de las formas como en Leonardo o en Rafael; a un universo mágico y surrealista como en las pinturas de Dalí o al delirio de los sueños como en el Bosco, podemos decir que Turner nos transporta a un mundo donde la luz y los juegos del claroscuro tienen una finalidad por sí mismos. El pintor lo dice todo a partir del espectáculo de luz que ofrece al espectador sin pretender nada más. Turner es el pintor visual por excelencia.
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Hay algo de caótico en la pintura de Turner, algo de infantil e inacabado, metáforas de luz que se explayan a lo largo del lienzo y se muestran ante el ojo para sensibilizarlo.
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Es precisamente este efecto el que se logra en la poesía de Fernando Denis y el que se trasluce en su primer libro La criatura invisible en los crepúsculos de William Turner (1997). Ese mundo alucinado de los colores que nos ofrece Turner aparece en muchos de los poemas de Denis, quien con su visión de poeta pintor transpone a las palabras lo que se representa en el lienzo. “Las palabras están en mis ojos”, dice. Su color predilecto como el de Turner el rojo, tiene múltiples interpretaciones simbólicas: es el color de lo pasional, de la vida, incluso de la agresión y de la muerte. El rojo es fuego y el fuego es a la vez principio vital que integra, según Heráclito, la lucha entre lo divergente y lo convergente, y supone al mismo tiempo el Logos como síntesis de su propia dialéctica. Ese fuego tiene orígenes míticos y explica en cierto modo lo primigenio en la poesía de Denis:
“Ví que algo más hermoso que el mundo / brillaba cerca de las grandes aguas: Era Adán, / y desde la hierba rojiza se levantó el fuego /que hizo los crepúsculos”…
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El poeta pintor es, por lo demás, un ser contemplativo que observa con los ojos bien abiertos los colores que impresionan su mirada : “Si el cielo muriera conmigo en mis ojos abiertos / borraría el crepúsculo”. Su momento temporal es, desde luego, el atardecer como en los cuadros de Turner, pero a diferencia de aquél, a Denis no le interesa la mera representación de ese momento, su solo aspecto visual, sino que lo integra de un modo emocional a sus vivencias: “… Siento en mí los escombros de ese sol imposible/ y el amor , el más hondo que se haya resistido./ Muero de luz en esta tarde sola del mundo, /pasaré al horizonte, incesante y profundo”. En su poema “Aguada” dirá también: “Mar de escombros que enferma de crepúsculos”.
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Con el recurso de la personificación se acentúa esta especie de introspección de lo sensible, este hacerse parte de la naturaleza asimilándose a ella a través de esta espléndida metáfora: “Mar que envejece el dolor de los colores/ en la sombra”. Quién había hablado así de los colores como si estos tuvieran una entidad humana ? Ya lo dijo Gaston Bachelard * en su libro La poética de la ensoñación: “... la sensibilidad de los soñadores de la mirada es tan grande , que todo lo que miran asciende al plano de lo humano”.
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Y a propósito de los soñadores, casi toda la poesía de Denis es de carácter onírico y esta característica es un leitmotiv en su obra. En el fondo de todo poeta hay, pues, un soñador ,más aún cuando se trata de un poeta visual . Pero existe, además, una especie de reciprocidad en la mirada, el hombre mira al mundo y el mundo parece mirarlo a él .“Soy ciego, los colores ya no me ven.”
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Mirar y soñar son la mejor síntesis, quien bien mira o contempla es quien tiene la posibilidad de detenerse , de gozarse en la lentitud de lo representado y de traspasar al mismo tiempo esos límites dándole la posibilidad a la imaginación de volar ,de inventar nuevas fábulas ,de crear mundos distintos a partir del material original.
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En “El mar y el sueño del espejo rojo” el poeta se transporta al mar , a mágicos jardines, a puertas inaccesibles, a través de espejos y colores. “ Toda la noche soñando con la muerte de los colores /Bajo un resplandor neblinoso, y el frío del óleo /de las nubes / me reseca los labios y mis ojos ya semejan dos/ crepúsculos.”
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Ricas y complejas metáforas que sucumben, a veces en lo barroco, personificaciones y comparaciones, muchos de estos recursos poéticos son usados por Denis. Pero el más interesante de ellos, la sinestesia, tiene lugar en su poema “Erósrato”.Allí dice refiriéndose a las doncellas: “Varias veces las vi hablando del fuego, y sus voces/ parecían crepúsculos/ en la oscuridad de la noche”.
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Pero no solo el poeta sueña sino que sueñan todos los elementos, todo el universo sueña al personificarse.:“Un tiempo maravilloso de sueño, /se disgregó en el sueño del fuego…”
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Del mismo modo su intención plástica le lleva a concebir el universo como un gran lienzo donde todas las formas posibles son susceptibles de plasmarse. Así hay dos de ellos donde puede anclarse la mirada: el firmamento y el mar. Entonces las palabras cumplen una especie de función pictórica a la manera como el artista pinta las diferentes formas con el pincel. “Pienso en el mar del siglo XIX /en ese enorme lienzo semejante al mar/que estremece el lenguaje..” Y que poesía y pintura se confunden, lo vemos con evidencia en estos versos: “Mira el dibujo que quedó en tu mano/temblorosa/cuando tocaste el cuerpo desnudo de la poesía”.
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“Paisaje interior” es la experiencia delirante de un pintor que sueña el mundo de los colores en el transcurso de su loca carrera por un laberinto mágico, especies de cárceles llenas de escaleras y de puertas que debe atravesar. Su alter ego, un viejo dramaturgo shakespereano lo persigue encarnizadamente; es la personificación de su obsesión trágica por la pintura y se encarna en el famoso artista italiano Piranesi, autor de importantes grabados . “¿Cuándo podré liberarme del infierno de colores/ y de sonidos?/A esta hora ya me arden los pies, las entrañas /me duelen, me espanta el horror que /mis pinceles han creado “.
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Hay una profunda unidad en la poesía de Fernando Denis, marcada por una temática esencial que se vuelve obsesiva y reiterativa, aunque con ciertas variaciones, a medida que transcurre la lectura de sus versos llenos de nuevos hallazgos e interpretaciones del mundo. No obstante el poeta se ha querido situar cerca de una tradición que alude a la cultura de la Inglaterra del siglo XIX, con figuras como las de Turner, y grandes poetas como Swinburne, a quien dedica su poema “Swinburne en el infierno” y Dante Gabriel Rossetti el prerrafaelista , su poeta y pintor predilecto. Aparece también en esta galería de autores la pintora Leonora Carrington, una de las grandes del surrealismo a quien se refiere en un hermoso poema titulado "Deniseos", al tiempo que nos da un entrañable testimonio del mundo griego y de sus mitos en las figuras de Heráclito, Artemisa y Eróstrato. Nos lleva de la mano por las viejas leyendas de Tristán e Isolda, etc, pero lo hace con la dinámica de un lenguaje siempre fresco y renovado y con un tono emotivo que seduce y atrae por la atmósfera que allí se recrea muy próxima al encantamiento reflejado, entre otras cosas , en esas doncellas que para el mismo Rossetti fueron motivo de su inspiración .
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En la obra de Denis existe también un marcado afecto por el Caribe, por ese paisaje marino que sin duda contempló desde niño y que explica su poesía actual. En su libro Ven a estas arenas amarillas (2004) el protagonista es el alter ego del poeta, un joven pintor del Caribe que "reinventa los colores". Pero aunque el tema es nuestro trópico , el lenguaje de Femando Denis es universal y eso le ha impedido caer en cierto localismo que infortunadamente ha perjudicado buena parte de nuestras letras nacionales. “Una carta para Remedios Buendía” así lo revela:

……………………………
Qué hermoso crepúsculo nos separa, Remedios.
Qué lejos están nuestras palabras ahora.
Hace días que las mariposas amarillas no trazan
Su vuelo en mi cuaderno, no describen la forma
Que dejaste entre los hombres.

Y así, entre colores y sueños, la poesía de Fernando Denis ostenta el signo de la alta poesía.

Otro de sus libros, Alguien enciende las lámparas de Octubre, (2007) contiene una temática similar. En "Inenarrable Inárida" vuelve a surgir la identidad escritura-dibujo , lo mismo que en “El cuadro en el sótano” se expresa la escritura de un poeta impulsivo y de unos personajes violentos y desesperados.

Una noche terrible quemé sesenta
bocetos tuyos
y los arrojé desde la azotea
bajo la lluvia.

Porque la pintura es un ser vivo con el que se dialoga, se piensa y se vibra: ¿ Dónde el rojo piensa en el violeta?/¿En qué jardín? Y la mujer, como en su bello poema “Una carta para Magdalena Galarza” es el gran motivo de su inspiración.

Lejano, me dices, y tu voz se extiende,
Y yo palpo
En la sombra buscando tu nombre: Magdalena.
………………………………………………
En el armario conservo los azules que traías
del mercado
para embriagar las paredes ,
para pintar un pájaro azul que cantara
en mi alcoba.

Pero al mundo de los colores y los sueños (porque escribir es soñar) se agrega el de los sonidos, también constante en la poesía de Denis, que marca, entre otras cosas, el tono de una poesía intimista, de carácter fantástico, casi susurrada al oído: “Música de Vivaldi, violines rojos. / Canciones de amor eterno, rojos aposentos / para la ternura ./ Todos los pájaros de esta isla solitaria saben / que tu música /arrulla el silencio de la memoria /mientras duermes.”

Sin duda alguna ,hay mucho de surrealismo en estos versos donde lo onírico predomina sobre las formas racionales y el sueño se apodera de una realidad que, vista a través de su lente, se hace cada vez más soterrada y más fantástica .Entonces los colores y los sonidos se entremezclan y confunden y las imágenes , en general, cobran la dimensión de lo imaginario .Por esta puerta entra también Denis al mundo del mito. Y así lo revela en “El encanto de Lilith” donde emula con el propio Rossetti y “La alcoba del edén” de su autoría, a través del cual se perfila magistralmente la leyenda de esta mujer .

Y los más hermosos de sus versos "¿Puede el arte ser invisible?”.

Ya los sagrados mitos que conspiran
en el sueño del mundo
te anuncian .
…………………………………………….
Tú ,con el mar ardiendo en los ojos, me dirás:
“Vine a mostrarte los colores de las cosas que
sueñas.”
A punto de perderme en el incesante
Crepúsculo, te diré ,
“El color de tus ojos después de haber leído
Tristán e Isolda.”

Fernando Denis escribe día a día sobre los temas que ama y entre ellos está el de la ciudad. Encuentro en mi buzón uno de esos poemas que va regalando a sus amigos, con cierta generosidad irresponsable, en su continuo transitar por Bogotá en busca del sustento que le ha tocado ganarse por y en virtud de la poesía. Nacido en Ciénaga (1968) y de origen humilde, se ha ido formando solo, gracias a su afición por la lectura y su irremediable obsesión por la belleza. Tomo el poema, lo leo despacio, dejándome envolver por su encanto:

....la ciudad va rodando como una mágica bola de
cristal
adentro va nuestro destino que dirá una leyenda
urbana.
La ciudad entre las hojas de plata donde se asoma el tranvía,
la ciudad que duerme bajo sábanas verdes,
en los espejos y en los estanques rumorosos,
la ciudad grabada en tu mano, en el mapa de tu
mano,
la misma que yo escribí en los murales,
entre dos grises,
entre tu soledad y la mía,
……………………………………………
Oh las edades sin tiempo.¿Cómo se juntan
las piedras
para crear las formas?,las encrucijadas ?
¿ Dónde los escombros reúnen sus colores, dónde
inventan mi buhardilla?

Pero lo que en realidad hemos querido celebrar con esta nota es la aparición de su último libro La geometría del agua, (2009) publicado por la Editorial Norma, que recoge temas anteriores y algunos nuevos donde se destaca principalmente una insólita galería de poemas a ciertas mujeres imprescindibles: Elena, Isolda, Salomé, Magdalena , Beatrice Portinari, Cleopatra ,Ofelia, Elvira Silva, Manuelita Sáenz y Camille Claudel entre otras. Tampoco le ha dado miedo a Fernando Denis referirse a Virgilio, ni hablar incansablemente sobre Homero y otros cuantos personajes de la literatura universal que muchos de nuestros poetas actuales desdeñan.
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Sea el momento , entonces, para aprender a apreciar la buena poesía de la que no ha estado nunca exenta nuestra literatura, pero que ha sido en cierto modo olvidada por la aparición y difusión de tanta y tan mala poesía surgida en las últimas tres décadas gracias, entre otros, a ciertos Nadaísmos y Generaciones Desecantadas. ¿Nuevos rumbos para la poesía colombiana?
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* NoTiCas de NTC ... :
La última singladura del «Fighting Téméraire» (The Fighting Temeraire Tugged to Her Last Berth to Be Broken up), óleo sobre lienzo, National Gallery, Londres
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Aproximación onírica a Bachelard.
Bachelard reeditado: De La Poética de la Ensoñación y La Poética del Espacio
Carlos Alberto Villegas Uribe. Universidad Javeriana (Colombia) 2005
http://www.ucm.es/info/especulo/numero29/bachelar.html
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Actualizó: NTC … / gra . Enero 11, 2010. 3:36 PM / Enero 13, 2010. 8:39 PM // Enero 25, 2010. 10:43 PM